Buenas noches, amigas y amigos.
En nombres de los organizadores del Homenaje a Horacio Arturo Ferrer -Alberto Magnone, Fernando Rossi y quien les habla-, tengo el gusto de agradecer vuestra presencia esta noche, al igual que a los artistas participantes, así como agradecer a la Intendencia de Montevideo, en la persona de la Sra. Intendente, que nos ha permitido disponer de la histórica y magnífica sala del Teatro Solís, primera casa de ópera de las Américas, e igualmente a las empresas y organizaciones patrocinantes de este evento.
La calidad de un país se reconoce por las personas a quienes recuerda.
Este acto de homenaje es un gesto de reconocimiento; pero también una manera de señalar en qué espejo queremos reflejarnos.
Hay un poema muy conocido de Robert Frost (El camino no elegido) que, a mi juicio, define muy bien a Horacio.
Estaré diciendo con un suspiro
de aquí a la eternidad:
dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo,
yo tomé el menos transitado,
y eso hizo toda la diferencia.
En cada cruce de caminos de su vida, Horacio Ferrer eligió el sendero menos transitado. Y eso ha hecho toda la diferencia…
Desde el nacimiento del Club de la Guardia Nueva en la década del 50 –del cual fuera uno de sus precursores-, continuando por su memorable irrupción en 1967 con el Romancero Canyengue, obra que propiciara ese cruce de dos cometas siderales de otra galaxia, ese encuentro –predestinado o fortuito, nunca lo sabremos-, entre Astor Piazzolla y Horacio Ferrer.
Y de allí, sin más,el nacimiento de la formidable ópera surrealista María de Buenos Aires, estrenada en esa ciudad en el mítico mayo del 68,y que ha sido representada en cerca de 200 ciudades de todo el mundo, hasta convertirse en un ícono de la ciudad porteña, y cuya música y letra –también de manera transgresora- fueron creadas en Uruguay, en la casa del balneario Parque del Plata de los padres de Horacio, donde el próximo 5 de octubre habrá de colocarse una placa recordatoria.
Piazzolla diría más tarde: “Y me encuentro con este monstruo, que siente a Buenos Aires, que es Buenos Aires mil por mil. Es el autor que hacía falta, un clásico de la literatura”.
Llegó entonces el año de 1969. Astor y Horacio deciden participar de un concurso en el Luna Park. En algo más de una semana componen un tema, que denominan Balada para un loco. El día que van a presentar el tema, de camino al Luna Park, Astor le dice a Horacio: “Che Duende, mañana mismo vas a una imprenta y te hacés una tarjeta que diga: Horacio Ferrer, Autor de Balada para un loco. Te va a servir por el resto de tu vida”. Astor y Horacio no ganaron el concurso, que terminó en un escándalo. Pero el disco con la Balada vendió 200 mil copias en una semana. El resto de la historia es bien conocido. Astor había tenido razón.
Pero ese formidable éxito popular no nos debe hacer olvidar otros.
Recordemos, antes y después de ese momento: Chiquilín de Bachín, La última grela, El gordo triste,Balada para mi muerte, Mi loco bandoneón, Bocha (que cuenta una historia que transcurre en el Lion d’Or), Poema en sí mayor, Libertango (que tanto nos recuerda a Gustavo Nocetti), Oblivion(dedicado a Lautréamont) y tantos otros temas inolvidables.Y no solo con Piazzolla: también con Garello, Tarantino, Stampone, Agustín Carlevaro, Leopoldo Federico, Jairo, García Vigil, Salgán, Pugliese,Magnone,Aznavour y Modugno, entre otros.
Tampoco podemos dejar de mencionar sus trabajos historiográficos, sin par en lo que dice relación con la Historia del Tango. En los cuales rescata –vale recordarlo-, una y otra vez, los aportes realizados en este lado del río.
Y, por supuesto, su formidable obra poética, imposible de reseñar por su extensión. Mencionemos solo algunas de sus cumbres:
Mil versos a Picasso, inspirada en la obra del genial artista malagueño, la cual redescubre a través de sus poemas. Entre tantas cosas, nos dice (describiendo una de sus obras, aunque nosotros adivinemos que quien habla es el propio Horacio):
Aquí, mi autorretrato:
artista soy, pintor,
pero no pinto, vivo,
y jamás busco, encuentro.
Shakespeare es mío, en el cual rinde homenaje a quien considera el más grande genio literario de todos los tiempos.
Los Oratorios El Pueblo Joven, con música de Piazzolla, estrenado en Jerusalem, Carlos Gardel, junto a Horacio Salgán y DelmiraAgustini, musicalizado por AlbertoMagnone.
El Poema Coral París-Tangó, con música de Mosalini, donde nos habla de aquellos poetas que escribieron en clave de tango, aun antes que el tango fuera, como Verlaine, Baudelaire, Rimbaud y nuestro inmortal Conde de Lautréamont.
Pero todavía nos falta mucho por conocer de la obra de Horacio (me refiero a la obra ya escrita, sin entrar a imaginar todas las sorpresas que nos deparará el Maestro en los tiempos por venir: por algo este homenaje se llama “80 y creando…”).
Así, el próximo 22 de octubre se estrenará en el Teatro Colón de Buenos Aires la ópera Bebe Dom o la Ciudad Planeta, con una temática futurista original y fascinante.
Yen enero del año que viene, en el Auditorio Adela Reta, tendremos el privilegio de poder asistir al estreno mundial de la ópera Dandy, el Príncipe de las Murgas, con música del Maestro Alberto Magnone, empleando –entre otros- géneros populares uruguayos como el tango, la murga, el candombe y el milongón. Se trata de una suerte de Hamlet montevideano, reinando en un conventillo del Barrio Sur. Tal vez por aquello que tan bien ha dicho el Maestro: los montevideanos son como Hamlet: nostálgicos, dubitativos y nobles.
Todo ello le ha valido innumerables reconocimientos en el Río de la Plata (es Ciudadano Ilustre, tanto de Buenos Aires como de Montevideo –el primero de su ciudad natal-, es Presidente de la Academia Nacional del Tango de la Argentina y Arquitecto Honoris Causa por la Sociedad de Arquitectos de Argentina), y también en todo el mundo (Medalla de Honor de la Universidad de la Sorbona, París; Premio Luigi Tenco del Festival de San Remo; candidatura al Premio Nobel impulsada por decenas de comités en todo el mundo).
Pero, y ese pero es importante esta noche, Horacio -quienes uruguayo (nació, vivió, inició su carrera en Montevideo) -, también es argentino (su madre era del país hermano, allí reside desde hace muchos años con su esposa porteña y en sus versos dice: Moriré en Buenos Aires; aunque muchos creemos que eso no es verdad, porque Horacio es inmortal). En definitiva: Horacio es universal, pero nunca ha dejado de ser uruguayo.
Lo cual se trasluce en sus recuerdos, en su obra, en ser un precursor de la noción de que el tango es un patrimonio común, compartido por los viejos y brumosos puertos del Río de la Plata, Buenos Aires y Montevideo, como lo reconociera la UNESCO hace apenas un par de años.
Y en este Homenaje no podemos dejar de mencionar a Lulú, notable artista plástica, su inseparable compañera de tantos años:
Te acordás del café La Poesía,
esa mágica noche en San Telmo?
Buenos Aires urdió nuestro encuentro,
tan romántica y dulce Lulú.
Horacio, querido amigo, amigo de todos nosotros: tú que tienes la humildad de los grandes hombres, la sencillez de los verdaderos sabios, nos vas a querer agradecer este Homenaje. Entiendo que no corresponde. Porque este Homenaje no lo hacemos solamente por ti. También lo hacemos por nosotros mismos.
Porque Horacio y su obra, son parte esencial de nuestra identidad cultural. Una identidad cultural que no es inmutable. Evoluciona, cambia, con la realidad o a pesar de ella. “Soñemos mucho, no le demos el gusto a la realidad”, dice Ferrer en uno de sus poemas, hablándole a un niño.
Innovador, perseverante, genial, capaz de construir una obra excepcional. Y además, nuestra. No en un sentido egoísta de pertenencia, sino en un sentido generoso, como ancha base de una comunidad espiritual, que eso, en definitiva, es el Uruguay.